Amados hermanos y hermanas:
En Juan 6:69 dice lo siguiente: “Señor, a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna.” Y en el Salmo 73:25 dice “¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra.”
Estas palabras llenas de consolación y esperanza. “Señor, a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna.” Confieso que en mi juventud cuando buscaba sentido a mi vida y en los inicios de mi vocación ministerial estas palabras de Pedro me daban la confianza para seguir en el camino trazado por Jesús.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento aprendemos que hay momentos decisivos en la vida en que los que los creyentes debemos tomar muy en cuenta. Esto es, debemos decidir en qué creer y a quién seguir. No fue fácil para el pueblo de Israel creer en el Dios que les liberó de Egipto ni para los discípulos de Jesús creer en su divinidad. Hoy es un buen momento para pensar en lo que creemos cuando oramos y confesamos públicamente nuestra fe, lo que nos hace hijos del único Dios. Lealtad y gratitud son las virtudes que lleva a los Israelitas a proclamar su adhesión al único y verdadero Dios. Cuando Josué en 24:15 les aclara que él y su casa servirían al Señor, les pregunta si van servir y comprometerse con el Señor, ellos inmediatamente responden que no solo lo servirán sino que jamás lo olvidarán. Estaban agradecidos por todo lo que el Señor había hecho por ellos hasta llevarlos a la tierra prometida. Profesan su lealtad al Señor de la Vida aun en medio de otros pueblos no creyentes. Aun cuando muchos otros se alejaron y abandonaron al Divino Maestro. Pedro focaliza su adhesión a Jesús, aunque más tarde niega conocerle. Pero hoy precisamente con Pedro hacemos nuestra propia profesión de fe en Jesucristo y reconocemos que sólo en Él encontramos consuelo y esperanza y por el gozamos de vida Eterna.
Dios le bendiga en este día.
Tome un tiempo para orar.
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