Amados hermanos.
En el Salmo 103:1 dice lo siguiente: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová. Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias”
David no trataba de decir esto en el sentido cuando alguien superior bendice al inferior. Dios es infinitamente más grande que cualquier hombre, y en este sentido ningún hombre podría jamás bendecir a Dios. David dijo esto en el sentido de bendecir y honrar a Dios cuando sus hijos lo adoran y le agradecen apropiadamente. David llamó a su alma, a bendecir a Jehová. Era como si David mirará su alma y entendiera que no estaba adorando a Dios lo suficiente. Él llamó a su alma para que lo hiciera aún más. David entendió que la verdadera adoración era algo que venía de lo profundo del alma. No se trata solo de una expresión externa, sino también algo real desde el alma. “La música del Alma es el alma misma de la música.” ¡Dejen de murmurar y dejen que otros murmuren, pero ustedes bendigan a Dios! Dejen que otros se bendigan a sí mismo y a sus ídolos, pero ustedes bendigan al Señor. Dejen que otros tan solo usen sus lenguas, pero yo clamaré, “bendice alma mía a Jehová.”
Dios te bendiga en este día.
Tome un tiempo para orar.
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