Amados hermanos y hermanas.
En Salmo 40:1-3 dice lo siguiente: “Puse en el SEÑOR toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. 2 Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. 3 Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios. Al ver esto, muchos tuvieron miedo y pusieron su confianza en el SEÑOR.” (VLA)
En nuestra experiencia ministerial, bien recuerdo siempre que a fines del año 1992 iniciando nuestro llamado. yo le llamo “el año de la esperanza”. Junto a mi esposa embarazada de nuestro segundo hijo Josué y mi primera hija Elizabeth de casi 7 años habíamos retornado a Chillán y había que esperar en el Señor y así lo hicimos. El esperar es más difícil que el “Disponerse a caminar”.
El esperar requiere paciencia, y la paciencia es una virtud muy especial. Es una cosa admirable el saber que Dios rodea a los suyos con un cerco, eso es cuando miramos a Dios desde un punto de vista de protección. Pero cuando el cerco se conserva alrededor de uno y crece a tal altura que no es posible ver por encima de él y se piensa si se podrá salir de ese cerco que nos mantiene aprisionados, incluso con rincones un tanto oscuros. De pronto surge la interrogante: ¿Por qué no hay un medio más claro que ilumine esos rincones en que nos encontramos? Es en esa reflexión, cuando podemos concluir que Dios tiene un propósito en esa espera. En el Salmo 37:23-24 dice: “El SEÑOR afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; 24 podrá tropezar, pero no caerá, porque el SEÑOR lo sostiene de la mano.” Una falta lamentable es cuando atravesemos el cerco de Dios con violencia. Uno de los principios vitales para un creyente en Dios, es no moverse de aquel lugar en el cual tiene la seguridad que Dios le ha colocado, hasta que la columna de nube y bendición se mueva.
Dios te bendiga en este día.
Toma un tiempo para orar.
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