Amados hermanos y hermanas.
En Hechos 1:8 dice lo siguiente: “… y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.”
Por mucho tiempo se pensó que la fe cristiana era para las zonas rurales o los pueblos pequeños. Esto no tenía nada que ver con el bullicio de la ciudad. Esto por supuesto, era un concepto muy equivocado porque aún es cierto que la historia bíblica empieza en un huerto y el pueblo de Israel era un pueblo campesino y agrícola, también es cierto que se pone un fuerte énfasis sobre la ciudad en las Escrituras. Las ciudades de estos tiempos están en peligro.
Tan grande son sus males que hay quienes se desesperan tratando de arreglar todo. Muchísima gente se enferma en las grandes ciudades y jamás llegan a curarse. Hay muchos males en los centros urbanos: Delincuencias de todo tipo, atentados contra la propiedad privada, crímenes horribles, robos, asaltos, abusos, tráfico de drogas y drogadicción.
Hay corrupción entre quienes administran la cosa y los servicios públicos son deficientes. ¿Hay algo tranquilo y honesto que se llama la fe cristiana en medio de la ciudad? Es triste, pero es difícil creerlo. Sin embargo debemos creerlo y seguir creyendo que el mensaje bíblico es hoy más que nunca para las ciudades modernas. Las ciudades y sus habitantes deben saber de Dios. La fe cristiana empezó en Jerusalén, ciudad convulsionada, violenta y corrupta y desde allí se proyectó la Iglesia a todo el mundo. Hoy es un gran reto para los creyentes cumplir la Tarea Suprema de la Gran Comisión en nuestra ciudad.
Dios te bendiga en este día
Tome un tiempo para orar.
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