Amados hermanos y hermanas:
En Romanos 8:38-39 dice lo siguiente: “Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (NVI)
Mientras viajaba hacia centro americano, al hacerlo por avión quedó muy marcado en mi mente el paso sobre los Andes. Y me impresionaba cada vez al ver lo majestuoso de la cordillera, ríos y valles. Se podían ver poblados pequeños o grandes, pero no se divisa la gente. Allí venía a mi mente que Dios ve más que el ojo humano, Él ve eso y algo más que eso, Él ve a las personas, conoce los pensamientos de cada uno, sus deseos, sus ambiciones, sus malestares y sus maquinaciones. La Biblia revela además otra cosa: Dios ve la tierra desde el cielo, a todas las personas en todo lugar, ve al mundo a quien tanto amó, por el cual “…dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en el crea no se pierda más tenga vida eterna” (Jn. 3:16). Eso no deja de sorprendernos, porque nos cuesta creer en ese amor tan inmenso. Por el contrario, la humanidad por naturaleza desconfía de Dios. Lo ve como un juez y lo acusa de todos los males que existen. Esto cambia cuando creemos que Dios nos ama. El mal sigue ahí, en mí y fuera de mí, pero ya no me domina, porque puedo ir a Jesús, mi Salvador, el vencedor del mal y desde allí todo toma otra perspectiva y la esperanza brota en mi corazón.
Dios le bendiga en este día
Tome un tiempo para orar.
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