Amados hermanos y hermanas.
Romanos 8:15-17 dice lo siguiente: “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» 16 El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. 17 Y, si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues, si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.” (NVI)
El hombre (persona) natural, es un huérfano en el mundo. Todo aquel que vive sin Cristo en un abandonado, sin hogar, sin esperanza, destinado a enfrentarse con la muerte sin una mano de ayuda, sostén y consuelo. Para los que hemos recibido a Cristo como Señor y Salvador, esa situación ha cambiado totalmente. Es el Espíritu de Dios que cambia el corazón del pecador y lo adopta como su hijo. Esta es una experiencia profundamente de fe que lleva a la comunión con Dios; la comunión de un hijo con su padre. Quienes creen en el Señor Jesucristo tienen un hogar en la casa de su Padre. Están asegurados del amor de Dios. En medio de los tumultos e interrogantes de la vida el temor ya no existe; en su lugar, hay la calma y tranquilidad de quien se sabe bien protegido.
Dios te bendiga en este día.
Toma un tiempo para orar.
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